En España es tradición que por el día de Todos los Santos se represente el Don Juan Tenorio en todos los teatros. El inmortal personaje de Jose Zorrilla ha quedado en la memoria colectiva como el prototipo de galán y conquistador. Veamos las mejores frases de Don Juan Tenorio.
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Frases de Don Juan Tenorio
Zorrilla publicó Don Juan Tenorio en 1844 como un drama religioso-fantástico en dos partes . La obra tiene lugar en la Sevilla de 1545 y cuenta como Don Juan, un autentico vividor, seduce a la joven novicia doña Inés. Lo que empieza siendo una apuesta acaba con Tenorio enamorandose de Inés y, finalmente, viendo como su alma queda salvada gracias al amor. Estos son los fragmentos más destacados de la obra.
¡Cuál gritan esos malditos! Pero, ¡mal rayo me parta si en concluyendo esta carta no pagan caros sus gritos!
Aquí está don Juan Tenorio y no hay hombre para él.
Desde la princesa altiva a la que pesca en ruin barca, no hay hembra a quien no suscriba, y cualquier empresa abarca si en oro o valor estriba.
Búsquenle los reñidores; cérquenle los jugadores; quien se precie que le ataje, a ver si hay quien le aventaje en juego, en lid o en amores.
Por donde quiera que fui, la razón atropellé la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí.
Don Luís: ¡Por Dios que sois hombre extraño! ¿Cuántos días empleáis en cada mujer que amáis?
Don Juan: Partid los días del año entre las que ahí encontráis. Uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas.
Ni a mí, que el orbe es testigo de que hipócrita no soy, pues por doquiera que voy va el escándalo conmigo.
Casa y bodega he comprado; dos cosas que, no os asombre, pueden bien hacer a un hombre vivir siempre acompañado;
Clamé al cielo, y no me oyó. Mas, si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo.
Mira aquí tus plantas, pues, todo el altivo rigor de este corazón traidor que rendirse no creía, adorando, vida mía, la esclavitud de tu amor.
Acuérdate de quien llora al pie de tu celosía y allí le sorprende el día y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive sólo por ti, ¡vida mía!, y que a tus pies volaría si le llamaras a ti.
¡Aparta, piedra fingida! Suelta, suéltame esa mano, que aún queda el último grano en el reloj de mi vida.
Suéltala, que si es verdad que un punto de contrición da a un alma la salvación de toda una eternidad, yo, santo Dios, creo en ti;
si es mi maldad inaudita, tu piedad es infinita… ¡Señor, ten piedad de mí!
Fantasmas, desvaneceos: Su fe nos salva… volveos a vuestros sepulcros, pues la voluntad de Dios es; de mi alma con la amargura purifiqué su alma impura, y Dios concedió a mi afán la salvación de don Juan al pie de la sepultura.
¡Clemente Dios, gloria a Tí! Mañana a los sevillanos aterrará el creer que a manos de mis víctimas caí.
Mas es justo, quede aquí al universo notorio que, pues me abre el purgatorio un punto de penitencia, es el Dios de la clemencia el Dios de don Juan Tenorio.
Frases célebres de otros personajes de Don Juan Tenorio
No podemos olvidar a otros personajes del libro, como Don Luis, otro seductor que rivaliza con Don Juan en conquistas. Aquí algunas de sus intervenciones:
Aquí hay un don Luis que vale lo menos dos.
Pasará aquí algunos meses, y no trae más intereses ni se aviene a más empresas, que adorar a las francesas, y a reñir con los franceses.-Don Luis
Yo me acordé del refrán de que quien roba al ladrón ha cien años de perdón, y me arrojé a tal desmán mirando a mi salvación.
-Don Luis
Don Diego: Me matas… más te perdono
de Dios en el santo juicio.
Don Juán: Tan largo me lo fiáis.
Frases de amor de Don Juan Tenorio a Doña Inés
¿Pensabas que nos habíamos olvidado de las ardientes declaraciones de amor de Don Juan a Doña Inés? Nada más lejos, este es el célebre dialogo en el que ambos confiesan su amor. Sin duda los más bonitos versos de Don Juan Tenorio:
Y esta es la transcripción:
Don Juan:
¡Cálmate, pues, vida mía! Reposa aquí, y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena de los sencillos olores de las campesinas flores que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena que atraviesa sin temor la barca del pescador que espera cantando al día,
¿no es cierto, paloma mía, que están respirando amor?
Esa armonía que el viento recoge entre esos millares de floridos olivares, que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento con que trina el ruiseñor de sus copas morador llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía, que están respirando amor?
Y estas palabras que están filtrando insensiblemente tu corazón ya pendiente de los labios de don Juan, y cuyas ideas van inflamando en su interior un fuego germinador no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía, que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas que se desprenden tranquilas de tus radiantes pupilas convidándome a beberlas, evaporarse, a no verlas, de sí mismas al calor; y ese encendido color que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía, que están respirando amor?
¡Oh! Sí, bellísima Inés espejo y luz de mis ojos; escucharme sin enojos, como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues, todo el altivo rigor de este corazón traidor que rendirse no creía, adorando, vida mía, la esclavitud de tu amor.
Doña Inés:
Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!, que no podré resistir mucho tiempo sin morir tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad por compasión, que oyéndoos me parece que mi cerebro enloquece se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber un filtro infernal, sin duda, que a rendiros os ayuda la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan, un misterioso amuleto que a vos me atrae en secreto como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos: su vista fascinadora, su palabra seductora, y el amor que negó a Dios.
¡Y qué he de hacer ¡ay de mí! sino caer en vuestros brazos, si el corazón en pedazos me vais robando de aquí?
No, don Juan, en poder mío resistirte no está ya: yo voy a ti como va sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena, tus palabras me alucinan, y tus ojos me fascinan, y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan!, yo lo imploro de tu hidalga compasión: o arráncame el corazón, o ámame porque te adoro.
Y ya en la apoteosis de la acción, Don Juan se reafirma en su amor y lo que empezó en apuesta se le ha convertido en el único compromiso de su vida, en las auténticas palabras de amor formal y para siempre.
Don Juán:
¿Alma mí? Esa palabra cambia de modo mi ser, que alcanzo que puede hacer hasta que el Edén se me abra.
No es, doña Inés, Satanás quien pone este amor en mí; es Dios, que quiere por ti ganarme para Él quizás.
No, el amor que hoy se atesora en mi corazón mortal no es un amor terrenal como el que sentí hasta ahora;
no es esa chispa fugaz que cualquier ráfaga apaga; es incendio que se traga cuanto ve, inmenso, voraz.
Desecha, pues, tu inquietud, bellísima doña Inés, porque me siento a tus pies capaz aún de la virtud.
Sí, iré mi orgullo a postrar ante el buen Comendador, y o habrá de darme tu amor, o me tendrá que matar.
Tras leer estas frases te invitamos a leer el libro y, si tienes ocasión, no dudes en acudir a alguna representación teatral de la obra.