En este artículo podrás disfrutar de las mejores frases de Pedro Páramo, una de las obras literarias  más reconocidas del siglo XX.

Pedro Páramo es la primera novela del escritor mexicano Juan Rulfo y fue publicada en 1955. La misma narra dos historias situadas en la época de la Guerra Cristera. La primera de ellas es la de Juan Preciado, quien busca a su padre Pedro Páramo, para reclamar su lugar. Mientras que la segunda es sobre Pedro, un cacique que se corrompe por el poder que le formó la Revolución.

Esta obra representa una realidad del mundo latinoamericano del siglo XX, en donde se destacan el papel del caciquismo y la violencia a la conformación social. Además, se enmarca dentro del género de novela revolucionaria y es considerada una de las primeras obras del boom latinoamericano, debido a su uso del realismo mágico.

Pedro Páramo se encuentra en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX y se han hecho traducciones en más de 30 idiomas, varias adaptaciones cinematográficas y una teatral.

Frases Célebres de Pedro Páramo

¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.
Allí, donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida.
Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren al llegar al infierno regresan por su cobija.
Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace.
Cada vez entiendo menos. Quisiera volver al lugar de donde vine.
El amanecer, la mañana, el mediodía, y la noche, siempre los mismos: pero con la diferencia del aire. Allí donde el aire cambia el color de las cosas: donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida.
El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo; Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás.
El pecado no es bueno, y para acabar con él, hay que ser duro y despiadado.
En el cielo me dijeron que se habían equivocado conmigo. Que me habían dado un corazón de madre, pero un seno de una cualquiera.
Esa noche volvieron a sucederse los sueños. ¿Por qué ese recordar intenso de tantas cosas? ¿Por qué no simplemente la muerte y no esa música tierna del pasado?
Esta es mi muerte. […] Con tal de que no sea una nueva noche.
Este mundo que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre.
Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran cerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando los pasos. Oyes crujidos. Risas. Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo eso oyes. Pienso que llegará el día en que estos sonidos se apaguen.
Estoy comenzando a pagar. Más vale empezar temprano, para terminar pronto.
Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo.
Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.
Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo.
Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo.
La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.
Los viejos dormimos poco, casi nunca. A veces apenas si dormitamos; pero sin dejar de pensar.
Me acordé de lo que me había dicho mi madre: ‘Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz.’
Me mataron los murmullos.
Miraba caer las gotas iluminadas por los relámpagos, cada que respiraba suspiraba, y cada vez que pensaba, pensaba en ti, Susana.
Miraba caer las gotas iluminadas por los relámpagos, ya cada que respiraba suspiraba, y cada vez que pensaba, pensaba en ti.
Nada puede durar tanto, no existe recuerdo por intenso que sea que no se apague.
Nadie de los que todavía vivimos está en gracia de Dios. Nadie podrá alzar sus ojos al cielo sin sentirlos sucios de vergüenza.
No vayas a pedirle nada: exígele lo nuestro. Lo que estuvo olvidado a darme y nunca me dio… El olvido en el que nos tuvo, mijo, cóbraselo caro.
Pero ¿por qué las mujeres siempre tienen una duda? ¿Reciben avisos del cielo, o qué?
Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja.
Usted ha de venir cansado y el sueño es muy buen colchón para el cansancio.
Ustedes los abogados tienen esa ventaja; pueden llevarse su patrimonio a todas partes mientras no les rompan el hocico.
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.
Vivimos en una tierra en que todo se da, gracias a la providencia, pero todo se da con acidez. Estamos condenados a eso.
Y abrí la boca para que se fuera (mi alma). Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.
Y es que la alegría cansa. Por eso no me extrañó que aquello terminara.
Yo aquí, junto a la puerta mirando el amanecer y mirando cuando te ibas, siguiendo el camino del cielo; por donde el cielo comenzaba a abrirse en luces, alejándote, cada vez más desteñida entre las sombras de la tierra.
Yo soy un pobre hombre dispuesto a humillarse. Mientras sienta el impulso de hacerlo.

Seguro que con estas frases querrás indagar en la novela escrita por Juan Rulfo, si aún no la has leído.