Publio Ovidio Naso, conocido simplemente como Ovidio, fue un poeta romano autor de Heroidas, Las Metamorfosis, Amores, Fastos y Ars Amatoria. Es considerado un maestro del pareado elegíaco y tradicionalmente se lo ubica junto a Virgilio y Horacio como uno de los tres poetas canónicos de la literatura latina. Su poesía, muy imitada durante la antigüedad tardía y la Edad Media, influyó decisivamente en el arte y la literatura europeos, particularmente en autores como Dante, Shakespeare y Milton, y sigue siendo una de las fuentes más importantes de la mitología clásica. Estas son las frases de Ovidio que han quedado para la posteridad.

Frases célebres de Ovidio

¡Pobre de mí! El amor no se cura con hierbas.

¿Qué cosa más dura que la piedra? ¿Qué más blando que el agua? Pues el agua blanda cava la dura piedra.

A la manera de la sombra que acompaña a los que caminan por el sol, y que, cuando éste se oculta tras las nubes, los abandona; así, el vulgo tornadizo sigue a sus favoritos durante el esplendor de su fortuna, más una vez que ésta se esconde entre las nubes, se aleja de ellos.

A los hombres no les mueve el mérito de la buena acción si no lleva tras sí el premio.

A una inteligencia pervertida, cualquier cosa la corrompe.

Antes de morir y recibir sepultura, nadie puede recibir el calificativo de dichoso.

Apresúrate; no te fíes de las horas venideras. El que hoy no está dispuesto, menos lo estará mañana.

Aquí soy extranjero porque nadie me entiende.

Así corrompe el ocio al cuerpo humano, como se corrompen las aguas si están quedas.

Aunque estoy caído, no caí tanto que esté también más bajo que tú, que yaces en lo más abyecto de todo.

Bienaventurado aquel que osa defender con todas sus fuerzas aquello que le es caro.

Compra lo necesario, no lo conveniente.

Conviene a los hombres ignorar muchas cosas. La mayor parte de las cosas serían repulsivas si no se mantuviesen secretas sus interioridades.

El alma descansa cuando echa sus lágrimas; y el dolor se satisface con su llanto.

El amor a la patria es más patente que la razón misma.

El amor que se alimenta de regalos siempre está hambriento.

El amor, como la tos, no puede ocultarse.

El peso que se soporta y lleva con alegría se hace ligero.

El placer puro no existe: siempre va acompañado de alguna inquietud.

El que ha naufragado tiembla incluso ante las olas tranquilas.

El regalo tiene la categoría de quien lo hace.

El tiempo corre, y silenciosamente envejecemos, mientras los días huyen sin que ningún freno los detenga.

El tiempo, carcoma de cuanto existe, y tú, ¡oh, Antigüedad envidiosa!, todo lo destruís y después que las dentelladas de la edad lo han desfigurado, poco a poco, con lenta muerte, lo reducís a la nada.

En amor no basta atacar, hay que tomar la plaza.

En el amor no basta atacar, hay que tomar la plaza.

En los campos ajenos, la cosecha siempre es más abundante.

Es natural en un hombre pobre el contar su rebaño. La abundancia me hizo pobre.

Estarás triste si te encuentras solo.

Evitad el achacar a todas las mujeres los pecados de unas pocas.

Feliz es el hombre que ha roto las cadenas que lastiman la mente, y ha dejado de preocuparse de una vez por todas

Hablando, huyen las horas.

Hay en nosotros un Dios y una relación con los cielos.

Huyo de lo que me sigue; voy detrás de lo que huye de mí.

Irás con más seguridad por el término medio.

La abundancia me hizo pobre.

La casualidad siempre es actual; ten echado tu anzuelo. En el remanso donde menos lo esperes, estará tu pez.

La conciencia del hombre recto se ríe de los engaños de la fama.

La envidia hace parecer más abundantes las mieses de los campos ajenos, y más rico en leche el rebaño vecino. Vive sin envidia y sin desear más que tranquilidad gozosa muchos años, en amistad con tus iguales.

La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente.

La esperanza hace que agite el náufrago sus brazos en medio de las aguas aun cuando no vea tierra por ningún lado.

La espina al nacer lleva ya la punta delante.

La fortuna y el amor son amigos del audaz.

La gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia.

La gota horada la roca, no por su fuerza sino por su constancia.

La noche es más triste que el día.

Las causas están ocultas. Los efectos son visibles para todos.

Las leyes están para que el poderoso no pueda todo.

Las mujeres lo negaran o lo aceptaran, pero lo que siempre quieren es que se lo pidamos.

Las mujeres lo negaran o lo aceptaran, pero lo que siempre quieren es que se lo pidamos.

Ligero se hace el peso que bien se lleva.

Los hombres no valoran una buena acción a no ser que aporte una recompensa.

Mientras seas feliz, tendrás amigos; pero si la fortuna es adversa, te quedarás solo.

Mucho amor germina en la casualidad; tened siempre dispuesto el anzuelo, y en el sitio que menos lo esperáis encontraréis pesca.

Muy frágil es la belleza.

Nacemos con lágrimas, entre lágrimas transcurre nuestra vida y con lágrimas cerramos nuestro último día.

Nada es más útil al hombre que aquellas artes que no tienen ninguna utilidad.

Nada hay más fuerte que el hábito.

No os entreguéis por demasiado tiempo a la cólera; una cólera prolongada engendra el odio.

No se desea lo que no se conoce.

No te importe prometer. ¿Qué daño pueden hacerte las promesas? Todo el mundo puede ser rico en promesas.

No tomes la vida que no puedes dar; pues todas las cosas tienen el mismo derecho de vivir, mata criaturas nocivas donde sea pecado salvar; esta única prerrogativa tenemos; pero alimenta la vida con comida vegetal, y rehúye el sabor sacrílego de la sangre.

O lo intentas, o lo haces

Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que muere de sed.

Para no perder, el jugador no cesa nunca de perder.

Pequeña virtud es guardar silencio sobre algunas cosas; más hablar de lo que debiera callarse es culpa muy grave.

Por el camino de en medio irás siempre muy seguro.

Se hace ligera la carga que se sabe llevar bien.

Se paciente y duro; algún día este dolor te será útil.

Si te paras a contar los días de sol y los nublados en el año, verás que los días serenos han sido los más.

Siempre nos resistimos a las prohibiciones y deseamos lo que nos niegan.

Siempre son los mejor recibidos aquellos regalos que toman todo su valor de quien los hace.

Soporta y persiste; el dolor presente ha de serte de provecho en mejor ocasión.

Sus hechos son los que hacen viejo a un hombre.

Todo amante es un soldado en guerra.

Todo género de vida, sin descansos alternativos, no es duradero.

Un campo se agota con el laboreo sin tregua.

Un placer sin riesgos nos complace menos.

Un rostro silencioso con frecuencia expresa más que las palabras.

Una mala causa empeora cuando se pretende defenderla.

Veo lo que es bueno y lo apruebo; pero hago lo peor.

Vive quien acierta a vivir en la oscuridad.

Vive sin envidia y sin desear más que tranquilidad gozosa muchos años, en amistad con tus iguales.

El arte de amar, Ovidio: frases destacadas

Ovidio vivió una vida bohemia, siendo admirado en toda la antigua Roma como un gran poeta. Escribió sobre el amor, la seducción, el exilio y la mitología. Estudió retórica con grandes maestros de Roma y viajó a Atenas y Asia como servidor público para convertirse en Cicerón, pero, para disgusto de su padre, decidió dedicar su vida a la poesía. Su obra más recordada es El arte de Amar (Ars Amatoria), este vídeo recoge sus mejores fragmentos:

A pesar de su gran fama, Ovidio tuvo un final amargo. En el año 8 DC, fue desterrado de Roma por el emperador Augusto. Se desconoce la causa exacta, pero se cree que influyó su participación en un escándalo con Julia, la nieta del emperador, y el hecho de que su obra Ars Amatoria fuese considerada inmoral. Antes de morir, preparó lo que sería su último trabajo, Halieutics, sobre el arte de la pesca; Caio Plínio Segundo creía que este era otro acto de diversión por parte de Ovidio, que no tenía ningún interés en el tema en cuestión. Ovidio murió en el año 17 DC.