Moby Dick de Herman Melville es sin duda todo un clásico de la literatura. Pero: ¿Sabías que el primer ejemplar de la novela que se publicó, allá por el año 1851, no tuvo mucho éxito? Este hecho se debió a que su autor escribió su texto A modo enciclopédico. Es decir, describiendo la vida de los marineros del siglo XIX y la caza de ballenas.

Pero este escrito le ayudó a Melville a sentar las bases de su carrera como escritor estadounidense y que su obra pasará a la posteridad. De ahí que hoy te traigamos una selecta selección de frases de Moby Dick.

Frases  célebres de Moby Dick

¡Ah, qué valientemente trató de arrancar de los corazones de los demás lo que se ha prendido tan fuerte en el mío!
¿Habéis visto a la ballena blanca? – ¿Qué ballena? -La ballena blanca…Un cachalote…Moby Dick, ¿Le habéis visto? -Nunca he oído hablar de tal ballena ¡Cachalot Blanche! ¡Ballena blanca!…No. -Muy bien, entonces; adiós por ahora, y volveré a veros dentro de un momento.
¿Hemos de seguir persiguiendo a ese pez asesino hasta que hunda al último hombre? ¿Nos ha de arrastrar al fondo del mar?
El viejo está empeñado en perseguir a esa ballena blanca, y este diablo trata de enredarla y hacer que le dé a cambio su reloj de plata, o su alma, o algo parecido, y entonces él le entregará a Moby Dick.
En aquel mar de Japón, los días de verano son maravillosos. El cielo parece de laca, no hay nubes y el sol brilla de tal manera que el sextante de Acab tenía vidrios de colores para poder mirarlo.
En todas las cosas está oculto siempre un significado: de lo contrario, poco valdrían, y el mundo mismo no sería más que una cifra vacía.
Era un barco pequeño más bien y con aspecto descuidado, todo él lleno de dibujos y relieves grotescos, que el capitán Peleg había mandado durante muchos años. Parecía un trofeo ambulante.
Este hombre es un ser humano lo mismo que yo: tiene tantos motivos para tener miedo de mí, como yo para tener miedo de él.
Existen algunos momentos y ocasiones extrañas en este complejo y difícil asunto que llamamos vida, en que el hombre toma el universo entero por una broma pesada, aunque no pueda ver en ella gracia alguna y esté totalmente persuadido de que la broma corre a expensas suya.
La futura estela del animal a través de las tinieblas está casi tan establecida para la sagaz mente del cazador como la costa para el piloto. De modo que era esta prodigiosa habilidad del cazador, la proverbial fugacidad de una cosa escrita en el agua, una estela, es tan de fiar, a todos los efectos deseados, como la tierra firme.
La locura humana es a menudo una cosa astuta y felina. Cuando se piensa que ha huido, quizá no ha hecho sino transfigurarse en alguna forma silenciosa y más sutil.
No está en ningún mapa. Los lugares verdaderos nunca lo están.
No hay locura de los animales de este mundo que no quede infinitamente superada por la locura de los hombres.
No tengo objeciones contra la religión de nadie, sea cual sea, mientras esa persona no mate ni insulte a ninguna otra persona porque ésta no cree también lo mismo.
Pero aunque el mundo desdeña a los balleneros, sin embargo, y sin tener conciencia de ello, nos rinden el más encendido homenaje. Pues casi todos los cirios, lámparas y bujías que arden en los confines del globo lo hacen, para gloria nuestra, con aceite de ballena.
Por alguna curiosa fatalidad, así como se nota a menudo de los filibusteros de ciudad que siempre acampan en torno a los palacios de justicia, igualmente, caballeros, los pecadores suelen abundar en las cercanías más sagradas.
Pueden ustedes llamarme Ismael.
Sea de día o de noche, dormido o despierto, tengo costumbre de mantener siempre cerrados los ojos, para concentrar más el deleite de estar en la cama. Porque ningún hombre puede sentir bien su propia identidad si no es con los ojos cerrados.
Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano.
Todos los objetos visibles, hombre, son solamente máscaras de cartón piedra. Pero en cada acontecimiento (en el acto vivo, en lo que se hace sin dudar) alguna cosa desconocida, pero que sigue razonando, hace salir las formas de sus rasgos por detrás de la máscara que no razona.
Yo no sé todo lo que podrá pasar, pero, sea lo que quiera, iré a ello riendo.

Sin duda Moby Dick será una obra que seguirá dando de qué hablar por muchos años. Esperamos que estas selección de frases te animen a leer la novela si aún no lo has hecho.