frases de la divina comedia

¿Has leído La Divina Comedia? Se la considera una de las cumbres de la literatura italiana y universal. Este poema épico narra el camino de Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Seguro que las frases de la Divina Comedia que compartimos a continuación te animan a leer la obra.

Frases célebres de La Divina Comedia

¡Oh, insensatos afanes de los mortales! ¡Qué débiles son las razones que nos inducen a no levantar nuestro vuelo de la tierra!

A mayor fuerza y a mejor naturaleza libres estáis sujetos; y ella cría vuestra mente, en que el cielo nada puede.

A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado.

A quien mucho se le da, mucho se espera de él.

Abre la mente a lo que te manifiesto y aférralo adentro; que no se hace ciencia, sin retención de lo que se ha entendido.

Ahora es preciso que deseches la pereza; que no se alcanza la fama reclinado en blanda pluma ni al abrigo de colchas; y el que consume su vida sin gloria, deja en pos de sí el mismo rastro que el humo en el aire o la espuma en el agua. Ea, pues, levántate; domina la fatiga con el alma, que vence todos los obstáculos mientras no se envilece con la pesadez del cuerpo.

Ahora, si te han bastado mis palabras y si me has escuchado atentamente, si recuerdas aquello que te he dicho, en parte habrás tus ganas satisfecho al ver por qué la planta se marchita, y verás por qué causa yo te dije “Que hace avanzar a quien no se extravía”.

Al cansancio guerra que dar tienes con el alma, que siempre es vencedora, que el cuerpo no lo hará que la contiene.

Aquel en quien bulle un pensamiento sobre otro pensamiento, se extravía, porque el fuego del uno ablanda al otro.

Aquí es preciso usar de la destreza dijo mi guía y que nos acerquemos aquí y allá del lado que se aparta. Y esto nos hizo retardar el paso, tanto que antes el resto de la luna volvió a su lecho para cobijarse, que aquel desfiladero abandonásemos; más al estar ya libres y a lo abierto, donde el monte hacia atrás se replegaba, cansado yo, y los dos sobre la ruta inciertos, nos paramos en un sitio más solo que un camino en el desierto.

Arriba, abajo, aquí y allí les lleva; y ninguna esperanza les conforta, no de descanso, más de menor pena.

Así que arriba: vence la pereza con ánimo que vence cualquier lucha, si con el cuerpo grave no lo impide

Bendito seas, grifo, porque nada picoteas del árbol dulce al gusto, porque mal se separa de aquí el vientre.

Bien puedo ver que anidas en tu propia luz, y que la desprendes por los ojos, porque cuando te ríes resplandecen; mas no quién eres, ni por qué te encuentras alma digna, en el grado de la esfera que a los hombres ocultan otros rayos.

Cada cual volverá a su triste tumba, retomarán su carne y su apariencia, y oirán aquello que atruena por siempre. Así pasamos por la sucia mezcla de sombras y de lluvia a paso lento, tratando sobre la vida futura.

Con tus palabras y mi ingenio atento le respondí ya sé qué es el amor, pero esto de otras dudas me ha llenado; pues si el amor se ofrece desde fuera, y el alma no procede de otro modo, no es mérito si va torcida o recta.

Conocerás por experiencia lo salado del pan ajeno, y cuan triste es subir y bajar las escaleras en un piso ajeno.

Considerar vuestro origen. No fuisteis formados para vivir como brutos, sino para seguir la virtud y el conocimiento.

Cuando cualquiera de estas llaves falla, y no da vueltas en la cerradura dijo él esta entrada no se abre.

Cuanto más perfecto es algo, más dolor y placer siente.

Dichosos los que alumbra tanto la gracia, que el amor del gusto en su pecho no alienta demasiado, apeteciendo siempre cuanto es justo.

El buen maestro comenzó a decirme: «Fíjate en ése con la espada en mano, que como el jefe va delante de ellos: Es Homero, el mayor de los poetas; el satírico Horacio luego viene; tercero, Ovidio; y último, Lucano. Y aunque a todos igual que a mí les cuadra el nombre que sonó en aquella voz, me hacen honor, y con esto hacen bien».

El cielo os llama y gira en torno vuestro, mostrando sus bellezas inmortales, y ponéis en la tierra la mirada; y así os castiga quien todo conoce.

El corazón me has puesto tan ansioso de echar a andar con eso que me has dicho que he vuelto ya al propósito primero.

El demonio no es tan negro como es pintado.

El día se marchaba, el aire oscuro a los seres que habitan en la tierra quitaba sus fatigas; y yo sólo me disponía a sostener la guerra, contra el camino y contra el sufrimiento que sin errar evocará mi mente.

El dulce fruto que por tantas ramas buscando va el afán de los mortales, hoy logrará saciar toda tu hambre.

El gran deseo que ahora te urge y quema, de que te diga qué es esto que ves, más me complace cuanto más intento; más de esta agua es preciso que bebas antes que tanta sed en ti se sacie. De este modo me habló el sol de mis ojos.

El hombre debe, siempre que pueda, cerrar sus labios antes de decir una verdad, que tenga visos de mentira; porque se expone a avergonzarse sin tener culpa.

El mundo sensible nos enseña que las vueltas son tanto más veloces, cuanto del centro se hallan más lejanas. Por lo cual, si debiera terminarse mi desear en este templo angélico que sólo amor y luz lo delimitan, aún debiera escuchar cómo el ejemplo y su copia no marchan de igual modo, que en vano por mí mismo pienso en ello.

En el centro del Universo, en el punto más alejado de Dios, entre los hielos que envuelven las sombras, está Lucifer, emperador del reino del dolor, sacando medio cuerpo fuera de la superficie glacial.

Entrad, pero os advierto que vuelve afuera aquel que atrás mirase.

Entre todo lo que yo te he enseñado, desde que atravesamos esa puerta cuyos umbrales a nadie se niegan, ninguna cosa has visto más notable como el presente río que las llamas apaga antes que lleguen a tocarle.

Es un divino espíritu que muestra el camino de arriba sin pedirlo, y él a sí mismo con su luz esconde.

Faltan fuerzas a la alta fantasía; más ya mi voluntad y mi deseo giraban como ruedas que impulsaba. Aquel que mueve el sol y las estrellas.

Habla breve y claramente.

Hablando cosas que callar es bueno, tal como era el hablarlas allí mismo.

La justicia en su pecho muchos guardan, y, prudentes, disparan tarde el arco; más tu pueblo la tiene en plena boca.

La rígida justicia que me hiere se sirve del lugar en que pequé para que ponga en fuga más suspiros.

La verdad que parece una mentira debe el hombre callarse mientras pueda, porque sin tener culpa se avergüence.

Las almas están mezcladas con el coro infame de ángeles que no se rebelaron, no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos.

Llegó aquel mal querer, que males busca con su sabiduría, y humo y viento movió con el poder de que es dotado.

Más ¿Quién eres tú que sientas cátedra para juzgar desde lejos a mil millas con la vista de un palmo corta?

Mas cuando fue devuelta luego al mundo contra su voluntad y buena usanza, nunca el velo del alma le quitaron.

Mas vosotros hacéis un religioso de quien nació para ceñir espada, y hacéis rey del que gusta de sermones; y así pues vuestra ruta se extravía.

Mira cómo hizo pecho de su espalda: pues mucho quiso ver hacia adelante, mira hacia atrás y marcha reculando.

No es el ruido mundano más que un soplo de viento, ahora de un lado, ahora del otro, y muda el nombre como cambia el rumbo.

No hay mayor dolor que recordar la felicidad en tiempos de miseria.

No menos que saber, dudar me gusta más.

No se aventure el hombre demasiado en juzgar, como aquel que aprecia el trigo sembrado antes de que haya madurado; que las zarzas he visto en el invierno cuán ásperas, cuán rígidas mostrarse; y engalanarse luego con las rosas; y vi derecha ya y veloz la nave correr el mar en todo su camino, y perecer cuando llegaba a puerto.

No te detenga el miedo, que por mucho que pudiese no impedirá que bajes esta roca.

Nuestros pies no se habían aún movido cuando noté que la pared aquella, que no daba derecho de subida, era de mármol blanco y adornado con relieves, que no ya a Policleto, a la naturaleza vencerían.

Oh hermano todos somos ciudadanos de una Ciudad auténtica; tú dices que viviese en Italia peregrina.

Oh perpetuas flores de la alegría eterna, que uno sólo me hacéis aparecer vuestros aromas, aclaradme, espirando, el gran ayuno que largamente en hambre me ha tenido, pues ningún alimento hallé en la tierra.

Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza.

Podremos ver allí lo que creemos, no demostrado, más por sí evidente, cual la verdad primera en que cree el hombre.

Por mí se va a la ciudad doliente. Por mí se va a las eternas penas. Por mí se va entre la gente perdida. La Justicia movió a mi autor supremo. Me hicieron el divino Poder, la suma Sabiduría y el Amor primero. Antes que yo no hubo cosa crea­da, sino lo eterno, y yo permaneceré eternamente. Dejad toda espe­ranza los que entráis.

Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento, por mí se va a la gente condenada. La justicia movió a mi alto arquitecto. Hízome la divina potestad, el saber sumo y el amor primero. Antes de mí no fue cosa creada sino lo eterno y duro eternamente. Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza.

Pronto se aprende a amar a un corazón gentil.

Quien pinta allí no tiene quien le guíe, sino que guía, y de aquél se origina la virtud que a los nidos da su forma.

Raras veces renace por las ramas la probidad humana; y esto quiere quien la otorga, para que la pidamos.

Rompió el profundo sueño de mi mente un gran trueno, de modo que cual hombre que, a la fuerza despierta, me repuse; la vista recobrada volví en torno ya puesto en pie, mirando fijamente, pues quería saber en dónde estaba.

Saber de alguno es bueno; de los demás será mejor que calle, que a tantos como son el tiempo es corto.

Sacó la sombra del padre primero, y las de Abel, su hijo, y de Noé, del legista Moisés, el obediente; del patriarca Abraham, del rey David, a Israel con sus hijos y su padre, y con Raquel, por la que tanto hizo, y de otros muchos; y les hizo santos; y debes de saber que antes de eso, ni un espíritu humano se salvaba. No dejamos de andar porque él hablase, más aún por la selva caminábamos, la selva, digo, de almas apiñadas No estábamos aún muy alejados del sitio en que dormí, cuando vi un fuego, que al fúnebre hemisferio derrotaba.

Se sabe cuan poco dura en la mujer la ardiente llama del amor, cuando la mirada y la mano, no son capaces de avivarla de continuo.

Si otras cosas os grita la codicia, ¡Sed hombres, y no ovejas insensatas, para que no se burlen los judíos! ¡No hagáis como el cordero que abandona la leche de su madre, y por simpleza, consigo mismo a su placer combate! Así me habló Beatriz tal como escribo; luego se dirigió toda anhelante a aquella parte en que el mundo más brilla.

Si te deslumbro en el fuego de amor más que del modo que veis en la tierra, tal que venzo la fuerza de tus ojos, no debes asombrarte; pues procede de un ver perfecto, que, como comprende, así en pos de aquel bien mueve los pasos.

Siempre la confusión de las personas principio fue del mal de la ciudad.

Sin que lo hayas proferido, mejor he comprendido tu deseo que tú cualquiera cosa verdadera; porque la veo en el veraz espejo que hace de sí reflejo en otras cosas, más las otras en él no se reflejan.

Soy el amor angélico, que esparzo la alta alegría que nace del vientre que fue el albergue de nuestro deseo; y así lo haré, reina del cielo, mientras sigas tras de tu hijo, y hagas santa la esfera soberana en donde habitas.

Tan oscuro es el fondo, que no deja ver nada si no subes hasta el dorso del arco, en que la roca es más saliente.

Tanto honor tu fortuna te reserva, que la una parte y la otra tendrán hambre de ti; más lejos pon del chivo el pasto.

Temer se debe sólo a aquellas cosas que pueden causar algún tipo de daño; más a las otras no, pues mal no hacen.

Tras vuestros daños vendrá el llanto originado por el justo castigo.

Tras vuestros daños vendrá el llanto originado por un justo castigo.

Ve pues la excelsitud y la grandeza del eterno poder, puesto que tantos espejos hizo en que multiplicarse, permaneciendo en sí uno como antes.

Vemos, como quien tiene mala luz, las cosas dijo que se encuentran lejos, gracias a lo que esplende el Sumo Guía. El fraude, que cualquier conciencia muerde, se puede hacer a quien de uno se fía, o a aquel que la confianza no ha mostrado.

Vence la pereza con ánimo que vence cualquier lucha, si con el cuerpo grave no lo impide.

Vieja fama en el mundo llama ciegos, gente es avara, envidiosa y soberbia: líbrate siempre tú de sus costumbres.

Vuestra fama es como la flor, que tan pronto brota, muere, y la marchita el mismo sol que la hizo nacer de la tierra ingrata.

Y ahora vete, toscano, que deseo más que hablarte, llorar; así la mente nuestra conversación me ha obnubilado.

Y cuál cortado y cuál roto su miembro mostrase, vanamente imitaría de la novena bolsa el modo inmundo. Una cuba, que duela o fondo pierde, como a uno yo vi, no se vacía, de la barbilla abierto al bajo vientre; por las piernas las tripas le colgaban, vela la asadura, el triste saco que hace mierda de todo lo que engulle. Mientras que en verlo todo me ocupaba, me miró y con la mano se abrió el pecho diciendo: ¡Mira cómo me desgarro! ¡Y mira qué tan maltrecho está Mahoma! Delante de mí Alí llorando marcha, rota la cara del cuello al copete. Todos los otros que tú ves aquí, sembradores de escándalo y de cisma vivos fueron, y así son desgarrados. Hay detrás un demonio que nos abre, tan crudamente, al tajo de la espada, cada cual de esta fila sometiendo.

Yo no me opongo, pues, siempre que un pedido es razonable, actuando se responde, y sin rezongos.

Frases de Dante Alighieri en La Divina Comedia

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