300: El Nacimiento de un Imperio es la secuela de 300. La película pasó sin pena ni gloria por la taquilla, pero siguiendo la estela de su predecesora también nos dejó algunas frases con garra. Repasamos las mejores frases de El Origen de un Imperio.
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Frases de 300: el origen de un imperio
La película se llamó 300: el origen de un imperio en España y 300: el nacimiento de un imperio en Latinoamérica. Como secuela de 300, cuenta los sucesos que ocurrieron después de la batalla de las Termopilas. Todas las películas de la saga se están ambientadas en las Guerras Médicas, si bien no son históricamente exactas.
¡Abrazad la gloria|
¡Esto es una democracia, no una pelea callejera!
¡Temístocles! Traigo noticias de Termópilas. Leónidas fue traicionado por un jorobado. Los espartanos fueron masacrados.
¡Y que se demuestre que decidimos morir de pie en lugar de vivir de rodillas!
¿Caballeros estimáis mis ordenes poco razonables? ¿es demasiado pedir la victoria?
¿Con quién ibas a luchar de no ser por mí?, nadie seria rival para ti.
¿Crees que disfruto esto? ¿Ser testigo del último aliento de mi amigo? Cada viuda que es creada por mi decisión, cada hijo que crecerá sin un padre, son decisiones mías. Esta es la carga de mi mando.
¿Crees que los griegos son descendientes de los dioses? He escuchado algo de eso. ¿Y qué hay de ti? ¿Hay un dios en tu linaje? Mis hombres dicen que sí. Y por los últimos dos días de batalla diría que tienes una chispa de divinidad.
¿Hago empuñar una espada a mi hijo, a nuestros niños? ¿eso te gustaría?
¿No he dado suficiente por tus ambiciones, Temístocles? Un rey. Esposos, padres, hermanos. Esparta no dará más.
Atacaré a los griegos con toda mi armada
Atenas es una pila de piedra y madera y tela y polvo. Y como el polvo, se desvanecerá en el viento. Solo los atenienses existen. Y el destino del mundo depende de cada una de sus sílabas. Solo los atenienses existen. Y solamente fuertes barcos de madera los pueden salvar. Barcos de madera y un maremoto de sangre de héroes.
Comienza como un susurro, una promesa, la más ligera de las brisas baila alrededor de la jarcia conforme chirría sobre los vientos agonizantes de 10 mil hombres.
Con el semblante de un monstruoso Jerjes y además con un millón de hombres, debería ser puro formulismo para Temístocles el héroe de Maratón, acabara lo que empezó.
Cuanto creí pensar en ti, languideciendo por mí, renunciando a la familia y al amor por la promesa de un éxtasis más profundo.
Daxos, lleva ese mensaje de las Puertas Calientes a cada ciudad, a cada aldea. Que cada compatriota escuche tus palabras. Pero están muertos. Todos ellos. El sacrificio de Esparta será lo que nos una.
Deja a los innobles griegos con sus costumbres. Solo los dioses pueden derrotarlos.
Desde la distancia somos testigos de la destrucción de Atenas. Solos haremos frente al monstruo que cubre de sombras nuestra tierra.
Durante siete días, Jerjes, lloro su muerte paralizado por el dolor. Al octavo, Artemisia sembró la semilla de locura que lo consumió.
El rey Leónidas y sus valientes 300, eran lo mejor que podía ofrecer Grecia. No habrá salvadores que hagan otra infamia, nada detendrá la marcha de mi imperio.
Es curioso que te burles de la libertad aquí en tu aislamiento egoísta. Aun así, la libertad, en su sabiduría te eligió a ti para defenderla.
Es curioso que un simple marinero no baje la mirada cuando me dirijo a él.
Eso me causa placer, la idea de que languidezcas por mí y renuncies a la familia y al amor por la promesa de un éxtasis más profundo. El éxtasis del acero y la carne. De la muerte y la vida. De la rabia y el sudor del músculo. De la alegría pura y el más profundo dolor. Muere conmigo cada noche y vuelve a nacer conmigo cada mañana mientras clavas tu espada en los corazones de nuestros enemigos. Tú luchas por la libertad. Yo ofrezco libertad sin consecuencia o responsabilidad. Acompáñame.
Esparta caerá, toda Grecia caerá, y tan sólo robustos barcos de madera podrán salvarlas. Barcos de madera y un mar de sangre de héroes.
Hace diez años, esta guerra comenzó como comienzan todas las guerras: Con un reclamo.
He jugado un juego peligroso… ¡Y HE PERDIDO!
Hoy es un privilegio estar en primera línea, será una historia que se contará durante siglos. Que nuestra última batalla haga a la historia y que todos sepan que elegimos morir de pie antes que vivir de rodillas.
Hoy los últimos barcos griegos serán destruidos, no les mostréis piedad. No les deis cuartel.
Jerjes paso de largo las miradas ausentes y las almas vacías de las bajas criaturas que moran en los oscuros rincones del corazón de todos los hombres. Y en esa oscuridad se abandonó por completo a un poder tan malvado y perverso que ninguna parte del hombre que fue, Jerjes, había sobrevivido.
La próxima vez que nos enfrentemos a ella, llevará consigo a todo el infierno.
Las palabras de tu padre no eran una advertencia, sino un reto.
Las palabras de tu padre no fueron una advertencia sino un desafío. ¿Solo los dioses pueden derrotar a los griegos? Tú serás un dios rey.
Las palabras del oráculo siempre nos advierten.
Las reglas de enfrentamientos son: humillar a los griegos y reducir a pedazos sus barquitos.
Leónidas y los valientes 300 están muertos. El pueblo libre de Grecia no está obligado por una hermosa muerte espartana. La guerra no es su amor. Y aun así dieron su vida por ellos.
Los muertos no tiene culpa, ni responsabilidad. Temístocles ve los cuerpos de sus hombres teñidos de rojo con su sangre, habían sido sacrificados por su ego.
Luchas mejor que follas.
Luchas por la libertad, yo te la ofrezco sin consecuencias ni responsabilidades.
Mi decepción no es por las pérdidas, el escaso número de barcos dañados y esclavos perdidos, no significa nada para mí.
Mi decepción no es por mis pérdidas. El escaso número de barcos averiados y esclavos muertos no significa nada para mí. No, mi decepción es por estos hombres. Porque, aunque estoy entre diez mil estoy sola. Ansío un alma que esté a mi lado. En quien pueda confiar.
Mi superioridad numérica os derrotara y os despojare de sus preciados barcos y de vuestra libertad griega.
Miles de muertos. Cientos de los suyos. Todo por una idea, una Grecia libre. Un experimento ateniense llamado «democracia». ¿Valdrá la pena esta idea? ¿Valdrá todo este sacrificio? Temístocles dejaría que el buen rey Darío decidiera.
Muere conmigo todas las noches. Renace conmigo todos los días.
Necesito un segundo a bordo y quien demuestre su excelencia se ganará un hogar a mi lado.
Ni siquiera Esparta puede enfrentarse sola a los persas. Debemos perseverar como una nación. O pereceremos aferrándonos a nuestros propios intereses.
No culpo a Grecia, esos contenciosos burócratas que protegen su pellejo enviándoos aquí a morir. Y aun así sigues luchando.
No te culpo, Temístocles, has luchado con honor como si la sangre del mismísimo Poseidón corriera por tus venas.
Peleas mucho más duro de lo que coges.
Por cada griego que yo mate, tú debes matar mil persas. Por cada barco que yo hunda, tú debes hundir cien. Puedo aguantar pérdidas durante semanas, meses si es preciso.
Prefiero morir como un hombre libre que como un esclavo. Incluso si la cadena estuviera pegada a ti.
Prefiero morir como un hombre libre, antes que vivir como un esclavo… aunque la cadena me uniera a ti.
Pues no hay ninguna causa más noble que luchar por quienes darán su vida por ustedes!
Queridos compatriotas, solo podemos juzgar el futuro por lo que hemos sufrido en el pasado. Muchos de ustedes. estuvieron conmigo en Maratón y los que sirvieron y se enfrentaron a la intensidad de la batalla saben cómo se forja la verdadera paz.
Rece para que los espartanos nos tendieran la mano esta mañana, tal vez sientan que nos han dado suficiente.
Ríndete ante mi o halla la muerte.
Sepan esto y sépanlo bien. Que el mejor momento de cualquier espartano, la mayor realización de todo lo que aprecia es el momento en el que ha luchado con el corazón por la conservación de Esparta y yace muerto en el campo de batalla victorioso.
Si elegís darme la espalda a mí, a vuestro país… no os juzgare. Sois libres de marcharos, aún sois hombres libres.
Si en el calor de la batalla necesitan una razón para seguir luchando, una idea por la que renunciarán a todo lo que tendrán, solamente tienen que mirar al hombre que lucha a su lado. Este es el «por qué» de la batalla. Esta es la hermandad de los hombres armados. Un vínculo irrompible fortalecido por el crisol del combate. Jamás estarán más cerca de nadie que de aquellos con quienes derramen su sangre. Pues no hay ninguna causa más noble que luchar por quienes darán su vida por ustedes.
Si ese cobarde despreciable hubiera estado a mi lado habríamos puesto el mundo a tus pies. Mi rey.
Si hermanos, soy griega de nacimiento. Mi sangre griega corre por mis venas, pero mi corazón… es persa.
Si la muerte viene hoy por mí, estoy lista.
Si solo los dioses pueden derrotar a los griegos, pues serás un dios rey.
Solo nos queda un puñado de barcos. Y si, solo somos granjeros, somos comerciantes, somos niños convertidos en hombres a fuerza de sacrificio que se forja en el combate.
Su ferocidad superada solamente por su belleza. Su belleza igualada solamente por su devoción a su rey.
Sus más destacados generales y consejeros fueron llamados a su lecho. Ninguno más destacado que su mejor comandante de la armada, Artemisia. Su ferocidad solo era superada por su belleza, su belleza solo era igualada por su devoción a su rey.
Sus ojos resplandecían cual brazas escarlatas, despojado de todo, limpio, flaco y gruñido. Jerjes se había reencarnado en un dios.
Te doy la oportunidad de evitarte la miseria y unirte a mí, necesito un comandante como tú.
Temístocles sabía que debería haber matado a ese joven; ese glorioso error lo atormentaría por siempre.
Temístocles. Viniste desde muy lejos para masturbarte viendo entrenar a los hombres de verdad.
Un desconocido soldado, sus hombres lo llaman, Temístocles. Les da a los persas una lección de combate cuerpo a cuerpo ateniense.
Un puñado de barcos, Leónidas con 300 espartanos. Es insultantes que el imperio más poderoso que el mundo haya conocido se encuentre con esto.
Un viento hermanos de sacrificio, un viento de libertad, un viento de justicia… un viento de venganza.
Un viento que sopla por toda Grecia, llevando un mensaje transmitido una y otra vez de nuestra dama libertad. Y que sabía fue al encargar a Leónidas poner todo a sus pies.
Únete a mí, respira conmigo como si fuera tu último aliento.
Frases de Temístocles en 300: El nacimiento de un imperio
Temístocles es el héroe de la saga, y aunque todos los fans echaron de menos a Leónidas, este general ateniense también tiene unas cuantas frases épicas en su haber.
Seguiremos recopilando frases de películas de todo tipo. Así que permanece atento a nuestras redes sociales.